El selfie y la fotografía de perfil

 

El selfie y la fotografía de perfil, son el imperio del yo en las redes socio digitales. Son el territorio del sujeto en primer plano; del espejo que encuadra el mundo y refleja el instante pretendiendo con ello visibilizar la propia agenda. La selfie es el lenguaje. En ella como se muestra en la Ilustración 3, donde se tipifican los selfies, el yo navegante digital se torna en un discurso geolocalizado.



Figura 4. Los tipos de selfie

Fuente: Elaboración propia

 

El yo auto situado, auto editado y auto curado es el capital de las nuevas visualidades; el yo en el selfie es lenguaje (Carrión, 2016), codificación y decodificación; es el yo navegante, discursivo y geolocalizado. El selfie se adhiere a la fábrica de las experiencias y el catálogo de los momentos[1] que registran Facebook, Google, Twitter o Instagram. O como señala el SISD20:

“Compartir tu vida en una red implica el retroceso a nuestro ente primitivo, es dejar constancia de una vida, con libre interpretación de nuestro receptor, son nuestra nueva cueva de Altamira. Buscamos la trascendencia totémica y la inmortalidad ficticia”. (Sujeto Informante Sociodigital 20, León, Guanajuato, México)

 

Saberse observado obligó a la justificación y búsqueda de validación. Ver y saberse visto detonó la vigilancia cooperativa (Hidalgo Toledo, 2009) en las comunidades virtuales y de significación donde todos se validan y celebran. La ley discursiva detrás de la publicación y actualización de perfiles es la de la representación que busca reciprocidad; donar likes para que me den likes, es la performatividad que estimula el flujo incesante de búsqueda de prestigio. Acumular “me gusta” es acumulación de riqueza.

La ley discursiva de la publicación y actualización de perfiles apela a la búsqueda de las siguientes gratificaciones: reciprocidad, donación de likes, búsqueda de prestigio acumulación de “me gustas”, poste totémico, reputación y legitimidad, transferencia simbólica, aprobación social, autoexplotación y personal branding.

Los sujetos han hecho de la identidad hipermedial (Hidalgo Toledo, 2011) plasmada en sus perfiles, un poste totémico. La altura y audacia de su trazo se mide en plataformas como Klout en función de lo que comunican e impactan a sus rivales. Hoy un perfil en Facebook, Instagram o Pinterest es un centro de producción y transferencia simbólica. Esta práctica cultural es un estilo de vida en la que el éxito se mide con la moneda de cambio de la aprobación social. Esta ostentación competitiva se alimenta de la expectativa de devolución. Por tanto, la auto explotación disfrazada de personal branding para alimentar sus identidades hipermediales, es una de las consecuencias de este circuito económico. En esa lógica discursiva quien se jacta del orgullo del otro, es troleado. Quien viola la norma de reciprocidad y redistribución será siempre una amenaza para el equilibrio de la comunidad.



[1] Modelo de negocio de las compañías digitales que registran más que la actividad, lo que esta práctica significa para los usuarios. Opera mediante el reconocimiento facial, la identificación de usuarios y la agrupación de imágenes, mediante inteligencia artificial. Todos los que vivieron el “momento” tendrán una copia de las imágenes tomadas en una especie de álbum social.

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