Los Haiga

 

El retrato en el arte, se expandió con el nuevo medio de la fotografía desde sus inicios. Cada imagen se tornó en una cerradura que abría la puerta a un mundo interior fabuloso. Tal fue el caso de los haigas[1] (Martín, 2016) en la España de la posguerra civil y los retratos notariales de Virxilio Viéitez que daban cuenta del buen uso del recurso enviado por los familiares que habían triunfado en América (Sanmoran, 2017).



Figura 1. Los haigas de Virxilio Viéitez

Fuente: (Sendón & Suárez Canal, 1998)

 

En esta arqueología del retrato se pretende dar cuenta que con el paso del tiempo se construyó una narrativa del yo. La imagen sirvió desde siempre como portavoz identitario, como validador consensual de los sujetos y situaciones retratadas. Las escenas, objetos y personas documentaron al igual que las pinturas, las representaciones sociales, cosmovisiones y motivaciones de las sociedades retratadas.

La imagen, en esos autorretratos ha sido desde siempre un médium, una interfaz para mediar lo etéreo del alma humana y explicitar su densidad y dignidad (Hidalgo Toledo, 2018).



[1] Fotografías tomadas por encargo que pretendían mostrar al mundo que se tenía el mejor auto, el más grande y caro que había.

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