El retrato en el arte,
se expandió con el nuevo medio de la fotografía desde sus inicios. Cada imagen
se tornó en una cerradura que abría la puerta a un mundo interior fabuloso. Tal
fue el caso de los haigas[1]
Figura
1. Los
haigas de Virxilio Viéitez
Fuente:
En esta arqueología
del retrato se pretende dar cuenta que con el paso del tiempo se construyó una narrativa del yo. La imagen sirvió
desde siempre como portavoz identitario, como validador consensual de los
sujetos y situaciones retratadas. Las escenas, objetos y personas documentaron
al igual que las pinturas, las representaciones sociales, cosmovisiones y
motivaciones de las sociedades retratadas.
La imagen, en esos
autorretratos ha sido desde siempre un médium, una interfaz para mediar lo
etéreo del alma humana y explicitar su densidad y dignidad
[1] Fotografías
tomadas por encargo que pretendían mostrar al mundo que se tenía el mejor auto,
el más grande y caro que había.
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