La auto-representación
a través del selfie se ha vuelto
omnipresente; pasó de ser la forma corpórea del yo digital a convertirse en una manifestación colectiva y
referencial de la misma colectividad. El yo y el nosotros digital se mueven la
misma dimensión de conexión y reciprocidad colectiva. Ser en la era digital
implica narrarse, situarse, tagearse, adjetivarse gráficamente.
Proyectar al ser digital implica
gestualizarlo en un contexto, expresarlo con un plano, representarlo con un
segmento. La totalidad del ser ya no es sólo su imagen si no la continuidad
fragmentada del mismo. El sujeto como texto abierto es narrativa; es
protagonista, creador y editor. Es metáfora performativa y mercantil. El postindividuo muestra en imágenes sus
elecciones para que se visualice su propio destino.
Las expresiones
digitales están plagadas de imágenes en las que se hace evidente: el viaje a la
tierra auto prometida; el reencuentro con la memoria y los amigos del pasado;
la exploración interior y el gusto por el deporte; el futuro distópico y los
atentados contra el medio ambiente; la lucha de género y la libertad de cuerpo;
la ruptura con lo convencional y la búsqueda de un nuevo centro de equilibrio
para la existencia.
El selfie es hoy un género autobiográfico
La foto de perfil, el selfie y sus múltiples variaciones, son
el recurso semiótico para dejar impresiones de sí en el mundo digital. Son
huellas enunciatorias. Formas de vida, modos de ser y estar en la hipermodernidad.
El selfie,
se tornó en un manifiesto; en expresión de auto realización del deseo. Nos convirtió
a todos en mercancía de consumo e instrumento de vinculación. Cada imagen se
volvió un triunfo en miniatura; una forma de probar el éxito social. Por ello
se multiplican en un perfil las imágenes que fueron validadas por los otros. A
más likes, más se democratizó el autorretrato.
O como bien señala el SISD24:
Selfie es la expresión que
identifica el registro auto gráfico de una persona desde un equipo móvil.
Algunos pueden interpretarlo como efecto narcisista derivado del uso de las
pantallas móviles, pero cada vez más su uso se extiende hacia otro tipo de
prácticas, por ejemplo fotos grupales o en determinadas locaciones.
Hay varios factores a tener en
cuenta:
1.- Uso de un smartphone
2.- Conectividad en tiempo real
3.- Compartición del material en
redes sociales (nadie se hace un selfie para conservarlo en su computadora)
4.- Locación/Contexto (es un
elemento clave para ese registro)
5.- Ángulo de la toma (no siempre
se puede mirar directamente al lente, a veces uno puede hacerse mirando hacia
un lado).
(Sujeto Informante Socio digital 24,
Lima, Perú)
El selfie es una expresión del yo situado, hipervinculado, negociado,
icónico; es un meta yo que nos
representa en el entorno virtual. Ese yo-metaficcional
conversacional e hipermedial es nuestra condición “espiritual” que fluye a
través de todo dispositivo y pantalla y nos deja expuestos, rastreables,
observados, vigilados y en seguimiento. Y cuando tantos ojos te están viendo…
también pueden dejar de seguirte. Y en esa oscuridad, ¿hay otra forma de seguir
existiendo?
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